Estos meses de confinamiento he aprendido algo que ha estado cambiando mi vida y varias personas con las que he platicado coinciden en esta vivencia. Gracias a no poder ir a la parroquia he experimentado y vivido el amor de Dios y su presencia en mis días comunes.
Era algo que ya conocía, es normal escuchar que Dios es omnipresente, que está en todos lados, pero la verdad no había tenido la experiencia de encontrarme con Dios en mi casa, lugar que se volvió mi lugar de trabajo también.
Y es en esta mezcla de actividades en mi propia casa que me queda más claro que Dios al encarnarse redime toda la historia del humano, todo lo que vive, su persona, sus relaciones, su trabajo, su descanso, etc y no solamente su alma.
Entonces se me ocurrió que si a Dios realmente le interesa toda mi persona, por ende también le interesa mi trabajo, pues paso trabajando una buena parte de mi día y ¡buena parte de toda la vida!
¿Realmente será así? Pensando en esto me topo con algunas preguntas ¿Con Dios solo se puede hablar de temas religiosos? ¿El Espíritu Santo no podría ayudarme a realizar mi trabajo de forma más efectiva y humana? ¿Le gustará a Dios que le ofrezca los desafíos de la oficina?
Me parece que sí, a Dios le interesa todo de nosotras, no sólo cuantos rosarios rezamos o a cuantas misas vamos. ¡Pero es verdad que es un reto tratar de verlo en nuestra vida cotidiana! Te cuento como lo he estado haciendo este año y cuánto me ha servido en especial estos últimos meses.
1. Organiza tu día bajo la luz de la Oración
Antes de empezar a trabajar tómate 3 minutos para hacer una pequeña oración para ofrecer todos tus esfuerzos por alguna intención en especial y sobre todo para que Dios guíe tus acciones y te ilumine aún en las pequeñas decisiones.
Te dejo un ejemplo que puedes usar, pero ¡haz la que te brote del corazón!
Padre,
te agradezco un día más de vida,
un día más con tu presencia.
Pongo todos mis quehaceres en tus manos,
ayúdame para que todo sea de tu agrado,
dame la luz necesaria para actuar con amor y verdad,
que sepa verte en todos mis hermanos.
Si a alguien lastimo o tomo decisiones equivocadas,
corrígeme y ayúdame a ser responsable de mis acciones.
Dame la fuerza y la alegría para vivir
como tu Hija Amada
y dar testimonio de tu amor.
Amén
A la luz de esta oración y en la confianza de que el Espíritu Santo te ayuda a distinguir lo más importante comienza a organizar tu día.
Es muy buen hábito hacer una lista de tus quehaceres y elegir los 3 más importantes, tus prioridades. Serán actividades que tienes que hacer durante el día y que no se te pueden pasar.
El resto de actividades pueden ser cosas más flexibles, que en determinado caso se pueden postergar un día más.
Este hábito de priorizar te ayuda a enfocarte en lo más importante y no distraerte o angustiarte entre tantas cosas que hacer, algunas no tan importantes.
2. Ten contacto con la Palabra de Dios
A veces no tenemos mucho tiempo o no logramos orar con constancia. Pero hacer un respiro de 5-10 minutos y meditar la palabra de Dios te cambia el día. Puedes leer una cita bíblica con calma, repetirla despacio varias veces para que caiga en tu corazón, o si te gusta dibujar, dibújala, escríbela, echa a volar tu imaginación y pídele al Espíritu Santo hacer de tu corazón un terreno bueno para la semilla que Él está plantando.
3. Agradece
Recapitula, toma 5 o 10 minutos al final de tu jornada para echar un vistazo y encontrar un momento que quieras agradecer a Dios. Una alegría o aun un sufrimiento que puedes compartir con Jesús y ofrecérselo. Ser agradecida sabiendo que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman. (Romanos 8,28)
¡Inténtalo!
Hoy no podemos escaparnos a misa o a la capilla del Santísimo en medio de nuestras actividades pero si podemos invitar a Dios a que realice junto con nosotras nuestras actividades diarias.