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Agradecer nos ayuda a discernir

Todo comenzó cuando empecé a considerar el renunciar a mi trabajo para buscar algo que me gustara más. Hace 5 años me concedieron este trabajo. Seguido terminaba mi día con desánimo, como si me diera igual lo que había pasado en la oficina, el servicio que había brindado. Trabajo en una dependencia de gobierno, y eso me hacía sentir que estaba en un ambiente de corrupción donde solo podías ascender mediante amigos y favores.

De la nada, a principios de este año, me ascendieron en la oficina y aumentaron mi salario casi al doble. Esto desmentía completamente la idea que tenía sobre lo ascensos y el crecimiento profesional en gobierno. Pero bueno, esto lo comprendí tiempo después, porque pasado un mes de haber recibido este ascenso empecé a considerar renunciar para irme de misiones durante 1 año. Mis intenciones eran buenas, realmente quería servir al pueblo de Dios, servir a su Iglesia.

Curiosamente (¡Dios me tiene muchísima paciencia!) en esos días nos asignaron un proyecto muy importante y que nos abriría muchas puertas como departamento, íbamos a estar trabajando en el durante 12 meses.

Esto realmente me llamó la atención y me pregunté que estaba pasando, que era lo que Dios me decía a través de estas situaciones. ¿Era acaso una tentación para abandonar mi deseo de misionar? ¿Debía elegir entre el crecimiento profesional o el servicio en la Iglesia?

Fue aquí cuando en momentos de oración Dios revolucionó mi corazón y mi cabeza. Me topé con esta cita bíblica y sentí que Dios me decía mucho más que estas 5 simples palabras:

Den gracias a Dios siempre.

Dios me ayudó a ver, dentro de una oración muy tranquila, que veía solo la parte negativa de mi trabajo: el tráfico de la mañana, el largo recorrido diario, un jefe corrupto, compañeros que no son responsables, ciudadanos que solo venían a gritar, etc.

Sentí que Dios me decía “Te he dado tanto en tu trabajo y tú solo ves lo que no te gusta”. Fue cuando me di cuenta que no había sabido apreciar todas las oportunidades de crecimiento profesional que Dios me había concedido sin yo pedirle absolutamente nada, simplemente hacía mi trabajo bien, pero de una forma rutinaria.

Daba todo por hecho. No había agradecido el tener un coche que me permite llegar a mi trabajo todos los días, un salario con el cual puedo cubrir mis necesidades y ayudar a mis padres, un jefe que nunca me ha pedido hacer algo injusto o corrupto, respeta mis horarios de trabajo y me promovió para un ascenso con aumento de salario. Tampoco había agradecido el ser parte de un equipo de trabajo muy variado, hombres, mujeres, solteros y casados, que hemos compartido comidas y experiencias de vida. No había agradecido a Dios la oportunidad de servir a su pueblo atendiendo a las personas que vienen muy desesperadas y enojadas buscando una solución, buscando ser escuchadas.

Bueno, no me di cuenta de todo esto y mucho más en un solo día. Dios es muy misericordioso y fue progresivo conmigo, poco a poco me embarqué en el trabajo de escribir una lista de todo aquello que no me gustaba o lo consideraba negativo para verlo con otros ojos, encontrar la bondad de Dios, su sonrisa sobre mí diariamente.

No niego la corrupción que sigue habiendo en toda la dependencia, ni lo pesado que es trabajar en ambientes estresantes, pero ahora veo que eso no lo es todo, que siempre va a haber obstáculos y cosas que me hacen sufrir, pero no por eso Dios desaparece de ahí y debo cambiar de camino.

Agradecer diariamente lo que vivía en la oficina, detalle a detalle, me ayudó a poner paz en el corazón, pues ahora veo la escena más completa y no sólo lo negativo. Me doy cuenta que Dios me ha dado tanto y yo simplemente veía hacia otro lado, buscaba otra cosa que me distraía de su camino, de la misión que Él tiene para mí.

Fue así que renuncié a todas esas ideas de “huir” e irme de misiones. ¡La misión la tenía frente a mí! Dios había puesto todo para que yo sirviera dentro de la oficina. Servir a la ciudadanía de una forma ética, hacer un ambiente de trabajo en equipo, ayudarles a mis compañeros a que se superen y se desarrollen, escuchar con paciencia a cada ciudadano que se acerca a la oficina y ayudarle a resolver su problema.

Ya vamos a mitad de camino en el proyecto que nos asignaron y no podría estar más impresionada de todo lo que he aprendido. He tenido retos fuertes y situaciones exigentes, pero en todas Dios me ha concedido su gracia, sea para vivirlo y padecerlo o para solucionarlo.

Hoy te invito a que pidas a Dios la gracia de ver tu vida (o aquella situación de la que te quejas continuamente) con nuevos ojos, a preguntarle cuál es su propósito, qué deberías hacer o qué te está faltando hacer para vivirlo en plenitud.

Llevar un diario especial para agradecer y hacer el hábito de escribir diariamente al caer la noche te ayudará a ser más consciente y registrar (para recordarlo después) los regalos que Dios te da y el camino por el cual te invita a seguirlo. Todo es un don.

Dale gracias por todo, siempre, por lo que te hace feliz y por lo que te hace sufrir. Verás que poco a poco este ejercicio aclara la mente y pacifica el corazón, verás tu vida con más realeza y bajo la visión de nuestro Padre Dios que desea lo mejor para todos: que seamos santos ahí donde estemos.

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