Después de platicar con una amiga hace unos días mientras tomábamos un café, me quedé pensando en cuánta falta de escucha hay en mi corazón. Mi amiga me estaba platicando algunas dificultades que vivía con su novio, cosas importantes que ella cargaba en su corazón, y como todas, sólo necesitaba ser escuchada.
Quiero mucho a mi amiga y considero muy valioso lo que me contaba, pero no sé en qué momento mi mente se fue de la conversación, comencé a recordar cada cosa que me había faltado hacer durante el día y simplemente me desconecté del momento. Comencé a pensar en mí y escuchar mis pensamientos en vez de escuchar a la persona que tenía frente a mí y que me compartía algo importante.
No es la primera vez que me pasa, pero sí marcó una diferencia y creo que Jesús es quien provoca estas reflexiones, para mi bien y para compartir mis experiencias con quien pueda servirle.
Me di cuenta que no era la única, la verdad es que a muchos nos es difícil poner atención. La distracción es inevitable en nuestro mundo, hay muchas cosas que piden nuestra atención, el trabajo, los amigos, la pareja, el hogar, los hijos, nuestra imagen, las notificaciones… También Jesús nos pide estar atentas.
¿Todavía no ven ni entienden? ¿Tienen la mente embotada? ¿Es que tienen ojos, pero no ven, y oídos, pero no oyen? ¿Acaso no recuerdan?
Marcos 8,17-18
Entre tanto ruido ¿Cómo podemos estar atentas a lo que Jesús quiere decirnos, a lo que Él quiere mostrarnos en lo que vivimos diariamente? ¿Cómo hacer para darle prioridad a Dios? Él no se queda encerrado en un templo, ni se limita a hablarnos solo en la misa o durante la hora santa. Constantemente Dios pasa en nuestra vida, desde que despertamos, en las actividades cotidianas, en nuestro trabajo, en la atención de nuestro hogar, en cada suceso Dios nos revela algo de Él y algo de nosotras.
Es muy importante lo que nos dice porque son claves en nuestra vida de santidad, de plenitud. Si queremos ser inmensamente felices desde esta vida el único camino es obedecer a Jesús, seguirlo, confiar en Él, abrazar lo que nos propone y construir con Él nuestra vida. No hay otra forma.
Pero para seguirlo y obedecerlo necesitamos escucharlo, conocer su voz, distinguirla entre tantos ruidos y confiar en Él. Escuchar con oídos nuevos y ver con ojos nuevos, considerando la realidad espiritual que vivimos, nuestra relación con Él.
TIP 1. Una de las formas más fáciles de ir entrenándonos para escuchar a Dios es conocer su voz, conocer qué nos puede decir y qué no. Esto lo lograremos orando y estudiando la Palabra de Dios directamente, sólo así conoceremos su Corazón, lo que le importa, lo que dice, cómo lo dice, etc. No te quedes sólo con la experiencia de los santos o con la explicación del evangelio que te da el sacerdote en misa, estas son importantes, pero no reemplazan tu encuentro personal con la Palabra de Dios, con lo que Dios te dice acerca de tu vida, es tu propia experiencia de fe.
TIP 2. Otra herramienta que ayuda mucho a estar atentas es evitar el multitasking. No sé en qué momento nos casamos con la idea que entre más cosas hacemos más eficientes somos (y sobre todo las mujeres). En algún momento alguien nos dijo que somos especialistas en hacer varias cosas a la vez. Desde mi experiencia veo que el multitasking y la lucha por ser mujeres eficientes sólo nos mete en una espiral de ansiedad, hacemos todo en automático, nos exigimos más, nada nos satisface y nos agobiamos porque precisamente no ponemos atención a lo que hacemos. Hablo de una atención profunda, con el corazón, con la mente, con toda nuestra persona, la capacidad de ver la escena en general, con la mirada de Dios. Una atención guiada por el Espíritu Santo.
TIP 3. Y por último, te aconsejo pedir la gracia de ser una mujer que escucha, diariamente y sobre todo cuando sepas que vas a tener muchas distracciones. Pídele al Espíritu Santo que te ayude a ver y oír profundamente, con cuidado, sin prisas, con mucha atención. Puedes hacerlo con tus propias palabras o guiarte con esta oración:
Espíritu Santo,
aunque quiero estar atenta durante el día
y escuchar a las personas con las que convivo, no lo logro.
Sabes lo que me cuesta poner atención, escuchar y ver con profundidad.
Guíame para encontrar las herramientas que más me ayuden,
a buscar ayuda profesional si es necesario,
pero sobre todo, ayúdame con tu gracia,
modela mi corazón, pacifícalo, libérame de toda ansiedad
para que pueda ver y escuchar a Jesús en su Palabra,
identificarlo cuando pasa por mi día
y guardar su voz en mi corazón.
Amén.
Foto de Priscilla Du Preez en Unsplash