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Del 17 al 20 de noviembre

Date una segunda oportunidad

Solemos ser muy duras y fatalistas en los juicios que hacemos, nos decimos frases como “es la última vez que confío en ella”, “no vuelvo a comprar en esa tienda”, “nunca más me pondré un vestido de ese color”, “no tengo cara para volver a hablarle después de lo que hice”. Castigamos muy duramente los errores, fracasos y maldades que hacen otras personas, pero sobre todo, los nuestros. 

Si ponemos atención, esos pensamientos y juicios poco a poco se arraigan en nuestro corazón endureciéndolo, modificando nuestra conducta y la forma en que vemos la vida. Nos encerramos en nosotras mismas y agotamos toda esperanza, toda oportunidad de amor, de perdón, de reconciliación, de vida nueva.

Jesús, como siempre, rompe este esquema tan humano y nos muestra que hay otra forma de vivir la vida. Durante la Pasión de Jesús, él es traicionado por uno de sus apóstoles, lo juzgan injustamente y lo abandonan sus amigos con quienes había convivido los últimos años. Sería de lo más normal que al resucitar, no quisiera dirigirles la palabra por el dolor de la traición; pero sucede todo lo contrario. Las primeras palabras que les dirige a sus amigos después de resucitar son: “Paz a ustedes” (Juan 20,19).

¡Y lo repite 3 veces! En los versículos 19, 21 y 26 del capítulo 20 del evangelio de Juan. Con esto podemos ver que una de las cosas que quiere Jesús es que sus discípulos tengan paz en su corazón para entrar en la vida nueva que Él quiere darles. Sin duda la traición no es borrada, sino que es asumida, perdonada, redimida: Sí, lo abandonaron, pero eso no cambia el amor que Jesús les tiene, ni la confianza, pues justo después de desearles esta paz los envía a proclamar el Evangelio, les da una nueva y mejor oportunidad. ¡Imagínate que tu mejor amiga después de que la traicionaste gravemente, te desea la paz y te confía su proyecto más preciado, el que ha atesorado en su corazón toda la vida!

Jesús no los regaña ni les reclama su abandono, su traición, ni siquiera el miedo. Lo que sí les echa en cara es “su incredulidad y su dureza de corazón por no haber creído” (Marcos 16,14). Es hermosa la forma en que el evangelio nos deja conocer el Corazón de Jesús; saber lo que realmente es importante para él.

Les he dicho estas cosas para que en mí, tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero ánimo, yo he vencido al mundo.

La incredulidad, la falta de fe, endurece el corazón, lo cierra y no le permite ver el futuro con esperanza, con alegría y amor. Lo ciega ante nuevas oportunidades y se queda cabizbajo contemplando sus derrotas, sintiendo culpabilidad ¡es un círculo vicioso horrible! que Jesús rompe con sus palabras: “Paz a ustedes”. 

Probablemente a nosotras, hoy no nos es fácil actuar como Jesús: dejar de pensar en nuestro sufrimiento, las derrotas y lo que esperábamos. Pero sí que podemos intentar dar pasos más chiquitos con la misma intención de Jesús: devolver la esperanza y dar vida nueva.

La próxima vez que las cosas no resulten como esperabas, date una segunda oportunidad, a ti y a las personas relacionadas. Pídele a Jesús que susurre en tu oído “Paz a ti” y te de la gracia para volver a intentarlo por nuevos caminos, con formas diferentes, pídele que calme la tormenta de los pensamientos de fatalismo y te ayude a tomar decisiones que abran tu corazón a nuevos caminos, que te inviten a creer, para que así tus ojos se abran al Resucitado y puedas ver el futuro bello que él tiene para ti.

Para reflexionar

Cuando algo no sale como esperabas…
¿Cuáles son las primeras palabras que te dices a ti misma?
¿Qué palabras les dices a las otras personas?

Para orar

Señor Jesús, voy por mi vida cargando desilusiones, fracasos, pecados, errores, tantas cosas que no salieron como yo esperaba o como tú hubieses querido.
Pero aquí estoy Jesús. Vengo a ti y te pido que me hagas sentir tu mirada de compasión, de amor y pueda escuchar tus palabras en mi corazón: “Paz a ti”.
Que tu voz calme las tormentas de pensamientos que me quitan la esperanza y venza mi miedo.
Ayúdame a creer, quiero verte y confiar en tus promesas, que tienes un futuro próspero y bello para mí.
Amén

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